Columna

Sobre lo “naco”: alteridad, racismo y pistas identitarias

–¡No seas naco! ¡Es bien naco! ¡Pinche naco!– 

           Estas son algunas frases que seguramente todxs en la CDMX hemos escuchado o dicho alguna vez en nuestras vidas. Haciendo alusión a la falta de educación, modales y “buen gusto”, se trata de un término que, al utilizarse, señala, encierra y es difícil salir de su yugo. Desde mi existir actual he podido notar como, aunque cada vez es más raro escucharlo, pareciera que siempre está ahí, como un fantasma omnipresente. Podemos usarlo a discreción, universal a toda persona que hace algo indebido o irracional; pero ¿realmente tiene una definición concreta?, ¿de dónde viene? e, igualmente importante, ¿qué implica utilizar esta palabra?  

           Estas son las preguntas que han rondado por mi mente en las últimas semanas. Aunque pareciera ser un término que ha perdido parte de su valor y está cada vez más oxidado, en él podemos encontrar pistas de un problema mayor. En su raíz, popularización y uso habita una incongruencia profunda y una negación de lo que somos como país. Veamos, pues, cómo se ha articulado y resignificado esta categoría que, aunque aparentemente inofensiva, tiene grandes implicaciones. 

Entre cumbias y chiflidos, estatus y amenazas 

           Existen varias investigaciones que han intentado trazar la historia del término “naco”. Siendo una especie de leyenda categórica, hay varias posturas sobre su origen. Mientras algunxs investigadorxs defienden que es herencia misma de la Colonia, otrxs aseguran que su aparición es mucho más reciente o que es pariente directo del mote “chichi-meco”. 

           Carlos Monsiváis y Enrique Serna, en sus textos “Léperos y catrines, nacos y yupies” y “El naco en el país de las castas”, nos ayudan a esclarecer el asunto. En sus textos, podemos encontrar un hilo común que parte de sus vívidas observaciones de la cotidianidad capitalina. Aunque no sabemos el momento exacto de su creación, lo que sí es seguro es que el “naco” empezó a popularizarse en el Distrito Federal a partir de los años sesenta y setenta. El término siempre estuvo ligado a la ciudad—no existe fuera de ella—y ambos académicos presentan dos posibles razones de este nuevo protagonismo. 

           Mientras Monsiváis atribuye su difusión al cine mexicano, al ennoblecimiento y dignificación de los míticos y vulgares “peladitos” en la pantalla grande, interpretados por Mario Moreno “Cantinflas” y Pedro Infante, Serna le apuesta a un proceso más complejo. El “naco”, como nos menciona Monsiváis, ya estaba presente en la capital al menos desde los años cincuenta, aunque con un significado ligeramente diferente: “indio de calzones blancos”, algo que el mestizaje nunca puede o podrá borrar. En esos años, el mote “toto-naco” hacía referencia a personas con rasgos indígenas. Utilizado para discriminar y violentar, era un término dirigido a quienes aún no incomodaban a “la gente bien”. Serna, en referencia al texto “Pasado Presente” de Juan García Ponce, señala: 

“Es obvio que el autor se refiere al naco, que en los años 50 todavía no arruinaba el paseo de ningún esteta porque estaba confinado en el arrabal y sólo salía de allí para ir al Centro, a la Villa o a La Merced” (Serna, 2001). 

           Sin embargo, el mote empezó a transformarse poco a poco a partir de los años sesenta. De acuerdo con su hipótesis, Serna, al igual que Monsiváis, atribuye esta resignificación a la masificación del pelado, a la pérdida de su aparente peligro a través del cine y la televisión, pero también a su “evolución” misma y a la llegada de nuevos protagonistas a la capital del país. Durante estas décadas, que fueron años de relativa prosperidad económica y movilidad social en las grandes urbes, se iniciaron grandes procesos de emigración del campo a las ciudades. Las clases altas, a favor de la modernidad y el desarrollo—siempre y cuando no incomoden—, vieron en lxs nuevxs habitantes, en esos “Otros”, una gran amenaza a su estatus y estilo de vida. 

           Tanto los “pelados” como estos nuevos “invasores” se beneficiaron del crecimiento económico; salían a trabajar, de paseo, a fiestas y compras, en fin, empezaron a democratizar las calles y a cumplir un sueño reservado únicamente para la aristocracia. Al sentirse amenazadxs, ofendidxs, imitadxs y tratando de mirar hacia el otro lado –literalmente, ya que aquí empiezan los grandes proyectos de residencias amuralladas en la capital–, las “gentes bien” encontraron en el “naco” a su nuevo enemigo. Con esto en mente, ambos fueron fusionados en una categoría ambigua que englobaba la vulgaridad, amenaza e invasión: el [nuevo] naco. Monsiváis profundiza al respecto: 

“El racismo se solaza con el descubrimiento: el naco es referencia inmejorable, y no hay palabra más apta para describir a las masas cobrizas que, nunca más invisibles, pueblan las ciudades. El naco, genuina ‘mancha urbana’, según la élite, engendra la gran certeza: ante el afán reproductivo de las clases populares poco se puede hacer excepto catalogarlas chistosamente” (Monsiváis, 2001). 

El [nuevo] naco: alteridad y racismo 

           Agresivos, mal educados, amantes de las cumbias, el tequila y las cubas, con camisetas abiertas a los lados, zapatos y tenis de imitación o importación, completamente indiferentes y apolíticos, pero con tentativas igualitarias: así es como “el naco” se fue popularizando y arraigando en las mentes capitalinas. Desde esta perspectiva, ya podemos ver similitudes con nuestro presente; sin embargo, lo sorprendente es que, como presagiaban ambos autores, esta nueva identidad impuesta se convirtió en una de las mejores compañeras del racismo y el clasismo. 

           A lo largo de los años, “naco” pasó de referirse a las caras sin rostro de piel cobriza que lograron tomar la capital mediante el Metro a convertirse en un concepto cultural de ‘la naquez’ misma. Ya no se trata de que alguien sea naco, sino de que “haga algo naco”. Uno de los aspectos más peligrosos de esta expresión es que, ahora, cualquiera que actúe en contra del “buen gusto y modales” tiene el potencial de ser identificadx como tal, incluso las mismas “gentes bien”. Serna ya lo advertía: 

“El naco pertenece por lo común a la raza de bronce, pero lxs blancxs no tenemos garantizada la aprobación de la casta divina, como lo sabe cualquier güerx más o menos plebeyo que haya sido rechazadx en una discoteca de moda, por no agradarle a un portero generalmente cobrizo” (Serna, 2001). 

           Aquí podemos observar cómo “naco” se convierte en el concepto perfecto; por su falta de concreción y creciente ambigüedad, es excelente para asignar y generalizar. Solo basta con preguntarnos si, dentro de esta lógica, nos consideramos a nosotrxs mismxs nacos, si hemos llamado a otra persona naca solo por su forma de actuar, y si, en nuestro contexto familiar y social, hemos presenciado el uso de este término. 

           Este es el gran peligro: continuamos entendiendo y re-produciendonos dentro de lógicas violentas, a menudo sin cuestionarlas. Seguimos alimentando relaciones de enemistad y alteridad utilizando un concepto completamente vacío y carente de significado. Señalamos, nos burlamos y discriminamos a lxs demás por su forma de vestir, actuar e incluso por rasgos físicos; más si son supuestos rasgos indígenas. ¡¿Les cae?! ¿En un país donde la mayoría de la población es morena, se quiera negar y ocultar que venimos de este mismo pasado?  

Horizontes colectivos y pistas identitarias 

           -Pinche naco-: ahora podemos desmenuzar la frase. “Pinche” por irracional, desafortunado, servil o pobre y “naco” por su forma de ser, actuar, vestir y existir. Un dos x uno en violencias categóricas. A través de su historiografía podemos notar su base inherentemente racista y percatarnos de lo que Rita Segato nombra como la opresión categórica. Refiriéndose a las categorías-subjetividades creadas por Europa para nombrar y definir al mundo—blanco-negro, Occidente-Oriente, moderno-primitivo, etc.—, Segato denuncia que seguimos reproduciendo el mismo patrón violento e importado en nuestro día a día: Catrines-pelados, fifís-chairos, fresas-nacos.  

“En México no hay racismo, hay clasismo”… ¡qué gran y profunda mentira! Solo hace falta escarbar un poco en la historia del término aparentemente “inofensivo” y “chistoso” para desmentir esta frase. Sí, México sigue siendo un país racista y, sí, seguimos evitando hablar sobre ello. Así, parece que otra gran herramienta del racismo es no hablar sobre él: la incomodidad como arma y protección. 

Ante este panorama, ¿cómo le hacemos para salir de este ciclo violento? 

           Esta es una pregunta importante que no podemos dejar de lado. Aunque no existe una respuesta absoluta, lo que sí me queda claro es que debemos avanzar hacia lógicas de escucha, comprensión y empatía… sobre todo, de colectividad. Recientemente asistí a un foro de defensa de derechos humanos en el que la admirable ponenta Citlalli Hernández Saad mencionó que el acto de “escuchar sin pensar” es una actividad clave, pero sumamente complicada; abrir una puerta de diálogo sin buscar opinar, comentar e imponer. Algo que podemos—y debemos—hacer si realmente queremos desmantelar estos patrones es permitirnos escuchar y ser escuchadxs. Debemos comprender nuestras diferentes realidades y resistir contra lógicas de desapego y alteridad. Este esfuerzo implica dejar atrás la incomodidad—tarea igualmente difícil—para poder (re)construir-nos. Será un camino arduo que debemos iniciar para crear un lugar mejor y más seguro para todxs. 

           También, lo importante será no caer en las “lógicas de culpa” (reaccionarias e incómodas) si llegamos a asignar a alguien o algo la “naquez” irremediable. Este ejercicio se trata, más bien, de realizar una práctica consciente de conocer la historia y las raíces de nuestro lenguaje, qué implica utilizarlo y notar si estamos ejerciendo algún tipo de violencia directa o indirecta hacia lxs demás. Seamos pacientes y señalemos sin culpar, para comprender y (re)aprender. Desprendernos de estos binarismos será tarea de cada unx de nosotrxs, acompañadxs y en común. 

Referencias bibliográficas 

Báez-Jorge, Félix. (2001). Los indios, los nacos, los otros… (apuntes sobre el prejuicio racial y la discriminación en México). Universidad Veracruzana: Repositorio Institucional. Disponible en: https://cdigital.uv.mx/handle/123456789/539 

de la Parra, L. F. F. (2020). Ya no estoy aquí. PPW Films, Panorama Global. Disponible en Netflix 

Infobae. Cuál es el origen de la palabra “naco”. Infobae, 2021. Disponible en https://www.infobae.com/america/mexico/2021/12/21/cual-es-el-origen-de-la-palabra-naco/ 

Martínez, Germán Martínez. Del clasismo en nuestra habla. Etcétera, 2022. Disponible en: https://etcetera.com.mx/opinion/del-clasismo-en-nuestra-habla/ 

Millan, Jesús Rosado. Clasismo: ¿En que consiste la desigualdad de estatus y clase?. Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada. 2023. Disponible en https://isdfundacion.org/2023/07/10/clasismo-en-que-consiste-la-desigualdad-de-estatus-y-de-clase/ 

Monsiváis, Carlos. (2001). Léperos y catrines, nacos y yupis en E. Florescano (Coord.), Mitos mexicanos. También disponible en: https://www.hechohistorico.com.ar/Trabajos/Valores_Socioculturales/nvas.lecs/sal/leperos.html 

Oliviera, L.M. Lo naco no es chido. El Economista, 2022. Disponible en: https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Lo-naco-no-es-chido-20221116-0093.html 

Redacción. Naco: Origen e historia de la ‘controvertida palabra’. El Financiero, 2022. Disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/el-preguntario/2022/09/26/naco-origen-e-historia-de-la-controvertida-palabra/ 

Reyes, Rosario. La naquez como ideología. El Financiero, 2016. Disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/after-office/la-naquez-como-ideologia/ 

Segato, Rita Laura. (2019). La perspectiva de la colonialidad del poder en W. Mignolo (Coord.), Aníbal Quijano. Ensayos en torno a la colonialidad del poder. 

Serna, Enrique. (2001). El naco en el país de las castas en F. Patán (Coord.), Ensayo literario mexicano. También disponible en: https://sankofablues.wordpress.com/2013/03/06/ensayo-el-naco-en-el-pais-de-las-castas-de-enrique-serna/ 

Sistach, M. (2001). Nadie te oye: Perfume de Gardenias. Palmera Films. Disponible en Filmin Latino. 

Más sobre el Autor: 

Leave a Reply

× Contacto